Cada uno de nosotros está inmerso en un campo energético común. Nosotros mismos, así como cada objeto, producimos nuestro propio campo energético, que gravita a nuestro alrededor a veces varios metros de distancia. Es por tanto comprensible que estemos en continua interacción con los campos de energía que nos rodean, recordándonos que el "vacío" no existe y está compuesto, entre otras cosas, de energía, llamada por ciertas culturas, "Qi", "Prana". Nuestro propio campo energético refleja nuestro estado emocional y mental actual y es sensible a su entorno e interacciones. Sabemos entonces que todo lo que nos rodea tiene una energía vibratoria y vibra a una determinada frecuencia. Así como estamos invisiblemente afectados por las ondas emitidas por nuestros teléfonos celulares, estamos sutilmente influenciados por todo tipo de vibraciones. Entra en juego el metal, soporte de las pinturas, que también produce su propio campo energético. Los colores visibles e invisibles a simple vista (en condiciones de luz natural) colocados sobre las placas de metal corresponden a varias bandas de frecuencia (longitudes de onda) y también intervienen en el proceso. Acercándose a laoObras“Proceso LUZ INVISIBLE” nuestro propio campo energético se encuentra con el producido por el trabajo. En este momento, el cuadro actúa como un interruptor, permitiendo acceder a través de nuestras emociones a un programa ubicado en el campo invisible. Dependiendo de nuestras experiencias, creencias y habilidades, esto nos permite explorar un retorno a la paz interior, la alegría y el amor.
Tras este encuentro físico entre la pintura y nosotros mismos, es posible profundizar participando en la experiencia inmersiva que ofrece “Experiencia LUZ INVISIBLE”.
Una conexión a un "edición limitada» ofrecido en tu domicilio, te permitirá ampliar y profundizar la experiencia.